Normalmente cuando se suele ir al Palacio de los Deportes sueles ir a ver a Muse, Blink-182, Foo Fighters y ese tipo de bandas que conoce todo el mundo y que apenas tienes que explicar. “Si, voy a ver a los Foo“, quedándose la conversación ahí. El caso de Toundra es muy diferente, el hecho de ser una banda local de un estilo, en principio minoritario, lo hace más especial.
“Voy a ver a Toundra, una banda local de rock instrumental cerrar su gira en el Palacio de los Deportes ante más de 2.000 personas“, la conversación no se queda sólo hay. Mucho más si haces referencia a que habrá una orquesta y que toda la producción ha sido gestionada por ellos mismos.
La historia no queda ahí sino que hasta llegar a este hecho, el camino de Toundra no ha sido nada sencillo, sino más bien todo lo contrario. Sus cuatro miembros, todos ellos amigos de otras bandas cuyas inquietudes les fueron llevan a formar Toundra, se dedican profesionalmente a otra cosa, mantienen sus vacaciones para salir de gira por Europa y sacrifican su tiempo de ocio y dinero por el bien del grupo.
Hago mío el dicho de “elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida” para describir cómo veo a Toundra. Ya lo decía Esteban (guitarrista) en una entrevista, cuando las expectativas son bajas aunque la exigencia sea alta, saboreas mucho más lo que tienes. Y en esas les he visto dar pasos coherentes hasta llegar al Palacio. Salas agotadas como Barracudas en su primer disco, Caracol con el segundo, Joy Eslava una vez con el tercero y por dos veces con el último disco.
Toundra han trascendido en la escena por cuidar la historia, dar peso a la canción más que a un estilo que en ocasiones parecía saturado con la proliferación de multitud de bandas que bajo el paraguas del post rock han ido surgiendo y desapareciendo casi al unísono. Lo del Palacio no deja de ser otro paso más de un grupo que deja los instrumentos para tocar con el corazón, porque a veces en esto de la música ganan los que más luchan y trabajan, y Toundra han demostrado que si se quiere y se trabaja, los resultados llegan.
No se preveía ser una noche diferente, lo era. Toundra habían creado un espectáculo visual y sonoro en apoyo de una orquesta y tres bandas invitadas, los cordobeses Viva Belgrado para abrir la tarde, Jardín de la Croix más próximos a su estilo y los franceses Alcest, para hacer algo que pasará a la historia como ejemplo de que el esfuerzo es la magia que transforma los éxitos en realidad.
“Ara Caeli“, “Strelka“, “Oro Rojo“, Toundra mezclaron en hora y media todos sus formatos en directo, desde el más visceral y crudo, hasta el más enérgico, como si saliesen a un recinto de festival y tuvieran que conquistar al mayor número posible de personas, pero con tiempo para la sutileza que proporciona una orquesta (pelos de punta abriendo la noche). Con un “Viesca” que sonó como nunca y que se sintió como siempre, apoyado en una maravillosa orquesta que aportó justo cuando tenía que hacerlo, y con un “Magreb” que siempre recuerda a las grandes citas.
Toundra siempre se han adaptado a los lugares en los que han tocado, forjando su personalidad con el paso del tiempo, pero quizá su conquista se ha debido a eso mismo, a saber adaptarse, a demostrar que después del talento, la técnica tiene mejores o peores conciertos, pero es el publico el que sabe leer rápidamente cuando una banda está entregada y eso se aprecia inmediatamente en el caso de estos chicos. Algo más que música, algo más que corazón.