El EP de debut de Boneflower, “I’ll Be The Bones, You’ll Be The Soul“, fue una gran carta de presentación sobre lo que podían hacer. Muchos conciertos y años después de aquel lanzamiento con el que consiguieron hacerse un nombre entre lo más prometedor del underground madrileño, este primer álbum es la confirmación de su propuesta.
“Empty Rooms, Full Bodies” es una poderosa colección de canciones en las que Jaime, Desan y Eric son fieles a sus raíces. Un sonido coherente y atractivo que mezcla elementos emo tradicionales con hardcore melódico y spoken word como elemento principal. Una fuerte e intensa combinación entre lo melódico y lo crudo con un lirismo intensamente personal.
Hacer un par de canciones pegadizas y tristes es algo muy diferente a la construcción de una experiencia completa de cuarenta minutos como es “Empty Rooms, Full Bodies“. Boneflower no sólo han cogido todos los elementos positivos de su EP sino que han avanzado y desarrollado un sonido que aunque tenga claras influencias de la escuela La Dispute, Touché Amoré y Pianos Become The Teeth, es más personal de lo que se antoja un primer larga duración.
Las cosas tan geniales que tenía aquel EP todavía están aquí. La desgarrada voz de Eric toma el centro de atención, dando una actuación vocal apasionada, dolorosa y absolutamente fascinante. Líricamente también es una evolución con respecto al EP. De inmediato dejan claro que ya no son la misma banda de finales de 2015 y comienzos de 2016, sino que avanzan hacia el futuro, reconociendo el hecho de que hay cosas que nunca cambiarán.
Y eso no es todo porque a medida que te adentras, descubres detalles como que cada canción se enfoca agudamente sobre su introducción. En especial “Love” con “Elocin (you’re not alone)“, para mi la joya del disco. Introspectiva, potente y de las más profundas.
“Empty Rooms, Full Bodies” es un trabajo hermoso, de lo mejor del año. Gotea emoción de borde a borde. El tipo de emoción que todos necesitamos. Y eso demuestra que Boneflower lo han hecho muy, pero que muy bien.